Hoy, jueves Santo, tenemos grandes motivos para celebrar pues el Señor nos ha dejado grandes enseñanzas en la última cena. La institución de la santa eucaristía es una de ellas, la institución del sacerdocio, el servicio a los demás, el amarnos los unos a los otros, pero ahora nos pone como punto de comparación de ese amor, el amor que él nos da, pues recordemos que dijo: "Ámense los unos a los otros como YO los he amado".
Ahora bien, si leemos con detenimiento los evangelios, también, en la última cena el Señor nos ha dejado una enseñanza musical, dirigida a todos los músicos de Dios, a los que hoy dicen con emoción y alegría "Soy músico del Señor", a los que están por formar parte de la gran "Orquesta", del gran "Coro" de nuestro Señor Jesús y a todos nuestros hermanos que aún sin considerarse músicos desean agradar y alabar a Dios por medio del canto. Si leemos los evangelios de Marcos (14,26) y Mateo (26,30), encontraremos que en la última cena también Jesús cantó junto a sus apóstoles.
Este gesto maravilloso del Señor, aún sabiendo que iba a morir en pocas horas, nos debe motivar cada día de nuestra vida a cantar, glorificar y reverenciar a Dios, sin importar las circunstancias, sin importar los sufrimientos, las pruebas, o cualquier otra adversidad, siguiendo el ejemplo de Pablo y Silas en la cárcel (hechos 16,25) pues a Dios nuestro Señor le gusta que sus hijos, sus músicos, le canten.
Encomendémonos a nuestra Santísima madre del cielo para que nos acerque cada día más a Jesús, nos enseñe a ser dóciles, sencillos y humildes, y al igual que ella podamos proclamar cada día de nuestras vidas las grandezas del Señor por medio de nuestro canto.
Que Dios nos cubra con su preciosísima sangre, nos lleve por el buen camino, sea nuestra luz, nuestro guía y nuestro director musical.
Amén.
Barquisimeto
29 marzo de 2018
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