No sorprendas a los hombres

No hagamos las cosas para sorprender a los hombres, sino para alabar a Dios.  

En el camino de nuestras vidas encontraremos retos, metas, objetivos, logros, y todo eso es bueno cuando el fin último es alabar, reverenciar y servir a Dios. Muchas veces hacemos todas esas cosas para demostrar ante los hombres que si podemos o que somos los mejores, es decir, lo hacemos con el deseo de destacar, que nos alaben, nos aplaudan, nos rindan honores, etc., pero es entonces cuando hemos dejado actuar a la soberbia. El orgullo puede hacer que hagamos cualquier cosa para ser los mejores, modificamos nuestra vida, pensamiento, el cuerpo, o estudiamos solo para acumular títulos, ascender en el trabajo, demostrar que somos inteligentes y hasta nos creemos mejor que Dios y lo alejamos de nuestras vidas. 

¿Cuántos de nosotros dejamos que Dios actúe en nuestras vidas? Hablar con él y decirle que nos guíe, que nos indique que quiere de nosotros, cuales son nuestros talentos, cómo, dónde y cuándo debemos desarrollarlos es sumamente necesario para vivir abrazados por su gracia. Cuando Dios nos deja claro cuales son nuestros talentos, los trabajamos para él, dirijimos nuestro estudio en función de lo que le agrada a él y no a los hombres, nos enfocamos en ser mejores para él, pues Dios nos da los talentos y nosotros debemos saberlos administrar. Hay quienes esconden un talento porque no da dinero, reconocimiento, o se dejan influenciar por terceras personas que nos dicen que no servimos para eso, que no es nada del otro mundo lo que hacemos con nuestros talentos y así, nos dejamos llevar por la vida haciendo lo que no nos hace plenamente felices y agrada a Dios.

Entreguemos nuestra vida a Dios, pidamos consejo a él, escuchémoslo, sigámoslo donde él quiera llevarnos y hagamos las cosas para la alabanza y gloria pero de Dios. 

Seamos humildes, pues el humilde se hace audaz cuando se deja usar como instrumento de Dios.  

Saludos a todos. Que Dios y la Virgen les bendigan.

Johan

6 junio 2013